por Sábado, apenas se escucha más que un tímido murmullo en la entrada del Centro Comercial Rincón de la Victoria, ¿Puedes oír eso? -suena en la cabeza de la pequeña periodista-, es quietud. Al adentrarse la situación no mejora, las principales tiendas ubicadas en la entrada están cerradas a cal y canto.
Las escaleras mecánicas conducen hacia una planta superior donde reina el silencio y la quietud. No hay niños haciendo cola para ver La Familia Adams, ni grupos de adolescentes, no hay nadie. Mira el reloj, son las doce de la mañana y tampoco puede deleitarse con el olor del café recién hecho al pasar por las cafeterías, no queda ninguna abierta. Solo hay una pizzería y un kebab, que para hacer ver que están abiertos tienen todas sus mesas desplegadas por amplias zonas de la planta.
Hay una mujer de mediana edad, delgada, bajita (no medirá más de 1’65), de ojos verdes y afables que trabaja en Springfield. Sabe mejor que nadie que el centro comercial ya no brilla como antes. Todos los días abre la tienda junto a su compañera. Ambas son conscientes que, desde el cierre de la mayoría de las franquicias de Inditex, hay menos gente; que como mucho hay dos bares abiertos y que “el director no hace nada, al revés”.
Un halo de tristeza y hartazgo recorre sus miradas, impotentes ante semejante situación. Y es cierto que la mayoría de las tiendas estás vacías, pocos entran a los comercios y los clientes, cuando los hay, se concentran en ópticas y tiendas deportivas. A medida que avanza la mañana, cada vez hay más gente paseando y miroteando escaparates, niños revoloteando… Sin embargo la mayoría se dirige al Carrefour.
Solo basta con acercarse al pasillo del gigante francés para comenzar a escuchar el jolgorio propio de un centro comercial en su estado habitual, casi como si fuese un recuerdo de lo que era. Personas que van y vienen con sus carritos azules dispuestos a dejarse la mitad de su salario en un sinfín de pasillos que van desde un están de Coca-Colas hasta una vitrina con Smart-Tvs.
Este emporio está “un poco muerto”, le dice una trabajadora. Es una mujer menuda de ojos castaños y pelo negro que dirige una tienda de animales frente a frente de la gran multinacional. Sabe de sobra que su tienda está en unos de los mejores pasillos, pues es de los pocos que no se ha visto afectado.
¿Algún día recuperará el bullicio? o es que acaso persistirá ese tenue murmullo que recorre los pasillos hasta llegar al último.
