Una batalla constante contra los cimientos de un oficio anticuado, esa es la realidad de la mujer en cualquier ámbito de la sociedad. El periodismo es un reflejo de los avances y querencias de la misma. Es curioso, una profesión que grita ante las injusticias, pero que silencia las mismas que se hallan dentro de ésta.
Para ser periodista, se supone que lo verdaderamente importante es el conicimiento, el dominio del arte de la palabra y de contar una buena historia. Muchas niñas sueñan con convertirse en narradoras de historias, en esa voz que te despierta por las mañanas y cuenta las caves del día o aquella reportera que hace conexión desde algún lugar recóndito. De lo que no se han dado cuenta aún es de la cantidad de osbtáculos que van a tener que hacer frente y superar para conseguir su sueño.
Las periodistas viven cargadas de presiones, tanto externas como internas, que les obligan a pertenecer a determinados cánones estéticos y quedan rezagadas a cumplir un papel secundario en muchas ocasiones. De hecho, la autora Rosa María Valles Ruíz, considera “aventurado” definir el presente, o mejor dicho, la actualidad, como el “siglo de las mujeres” en el periodismo.
Una vocación plagada de desigualdades, precaria, extremadamente vocacional y envolvente. Sin embargo, la mujer acusa con diferencia este tipo de irregularidades. Según los autores De Miguel, R. ; Hanitzsch, T. ; Parratt, S. y Berganza, los eslabones más bajos del periodismo, están ocupados por las mujeres. Pero no solo eso, también indica una clara diferencia salarial e incluso, llegan a constatar que la representación y presencia en los medios es inferior a la del género masculino.
Un percal que no solo atañe a España, otros países europeos muestran situaciones parecidas, contando con “una mujer por cada tres o cuatro hombres”. Hasta Carmen del Riego, la primera presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, muestra cifras preocupantes de la presencia femenina en otros ámbitos laborales (jurídicos, fiscales, oposiciones, etc.), que por sus características cuenta con mayor cifras de mujeres que de hombres. ¿Por qué? La respuesta es clara, las profesiones a las que se puede acceder mediante oposición, pueden resultar más cómodas para compaginar con la vida personal, de pareja o familiar, sobre todo si tienen hijos.
La cuestión es, ¿acaso la mujer debe cumplir aún con el rol de ama de casa y abandonar sus ambiciones profesionales por la familia? Puede parecer una pregunta tonta, pero hoy día muchas mujeres son las encargadas del cuidado de los hijos y de las tareas del hogar aun teniendo responsabilidades laborales similares o superiores a las de su pareja. Riego, incluso muestra las dificultades que las mujeres presentan para prosperar. Esto no solo ocurre en el periodismo, en otros sectores laborales la situación es la misma.
A pesar de ello, María José Ufarte Ruiz no está de acuerdo con las anteriores opiniones. Esta autora percibe un incremento en la presencia de la mujer en los puestos de “élite” del sector de la comunicación. Es decir, las periodistas que dirigen programas de radio, televisión y que escriben columnas de opinión en las diferentes cabeceras han aumentado.
Sin embargo, las autoras J. Soriano; M. José Cantón y M. Díez discrepan sobre dicho asunto. Su opinión se fundamenta en su estudio de más de cien diarios españoles donde apenas el 20% de las mujeres periodistas ocupan puestos de dirección. Idea que respalda Carmen del Riego, poniendo el ejemplo de los titulares que aparecen en los medios cuando es una mujer la que ocupa un alto cargo. Pues recuerda la vez que apareció como noticia al salir elegida en las elecciones a la presidencia de la Asociación de la Prensa de Madrid.
Teniendo en cuenta que Ufarte Ruíz, mantiene una posición optimista en el sector más audiovisual del periodismo, incluyendo la radio generalista como un escenario generalizado donde la mujer puede ocupar un puesto directivo sin condicionantes adicionales. Admite que existen franjas horarias donde los hombres son quienes conducen los programas. Y que coinciden con las horas de mayor audiencia. Lo que nos da a entender que hasta las voces más optimistas ven la situación con tonalidades claro-oscuras.
Dicha autora solo coincide con el resto, en la falta de directivas en el sector de la prensa escrita. La mujer, según explican J. Soriano; M. José Cantón y M. Díez, empieza con fuerza ante la profesión periodística, pero son pocas las que “desarrollan la carrera y llegan como corredoras de fondo”. Con el tiempo, se van retirando para tener una vida familiar más tranquila.
Situación que nos obliga a reflexionar ante el futuro de las mujeres en los medios de comunicación. Pilar López Díez, se muestra curiosa sobre la falta de mujeres en puestos de mando y sin embargo son la mayoría en las facultades de comunicación. Por cuestiones como estas, no es de extrañar que se llegue a culpar a los factores socio-culturales de las trabas laborales que enfrentan las mujeres.
Año tras año, las graduadas en periodismo superan con creces a los graduados. Teniendo en cuenta los reducidos puestos de trabajo en el sector audiovisual y de la comunicación que hay en España, hace que pocos estudiantes tengan la oportunidad de conseguir trabajar acorde a sus estudios. Y los pocos que lo consiguen comienzan a percatarse de la austeridad del sector. Entre las barreras que se encuentran las mujeres recién graduadas, una de ellas, es el llamado “techo de cristal” de Caro González y García Gordillo. Un término que hace referencia a la preferencia de los hombres a la hora de escoger candidatos antes que candidatas.
Unos valores aparentemente invisibles en pleno siglo XXI, pero que aún continúan perenne en la sociedad. La identificación del periodista al varón y al buen líder como un ser individualista, ambicioso, eficaz, agresivo, frío, etc. ¿Posee acaso la mujer algún gen que la exima de tener alguno de los valores mencionados? La respuesta es no, pero hay quien se sigue empeñando en atribuir a la mujer el papel de señoritas del hogar. Pues como dice la periodista Irma Fuentes: “No quiero que me traten como a una dama, quiero que me traten como a un periodista”.
Un papel otorgado de generación en generación que relegan a las periodistas a ocupar cargos de menor responsabilidad, tales como la figura de redactor. J. Soriano; M. José Cantón y M. Díez incluso hablan de la emigración a revistas especializadas, publicaciones institucionales, gabinetes de comunicación o prensa local. Ya no solo por las trabas antes mencionadas, la brecha salarial juega otro de los papeles fundamentales en este sentido.
Los salarios de las mujeres han llegado a alcanzar una diferencia de 6.000 euros anuales entre hombres y mujeres, según el Colegio de Periodistas de Catalunya. Las periodistas más jóvenes reciben peores remuneraciones que los hombres, mientras que los salarios de las que más años han dedicado a la profesión no son tampoco equiparables a los salarios más altos de los periodistas hombres.
Una brecha que no todos perciben, como es el caso de los autores De Miguel, R. ; Hanitzsch, T. ; Parratt, S. y Berganza. Éstos indican que las retribuciones entre ambos sexos son similares. Por tanto, no notarían esa diferencia salarial. Ufarte Ruíz, en cambio, percibe casi un 40% de diferencia salarial en España.
Muchas autoras incluso señalan la tendencia de las mujeres a despeñar secciones menos valoradas como son la de sociedad, arte o cultura. No se trata de menospreciar estas secciones, sin embargo a las mujeres se les suele otorgar ese tipo de secciones directamente, haciendo que si muestran preferencia por política o internacional puedan escalar con más trabas.
Pero, ¿hasta qué punto puede ser eso cierto? Ante un mejunje de opiniones, cada cual más dispar, acerca de las brechas salariales nos damos de bruces ante la cruda realidad: la desigualdad está presente.
Nos queda mucho camino por recorrer, un futuro incierto por observar y un mundo cada vez más cambiante. Muchas estudiantes o enamoradas de la profesión buscan con ansias una referente a la que seguir, a la que parecerse o imitar. Se dan cuenta de la falta de estos referentes femeninos en los medios de comunicación. Cierto es que tenemos a grandes figuras tales como: Pepa Bueno, Angels Barceló, etc. Sin embargo, todas y cada una de ellas cabrían en una sola página.
La apariencia, motivo de crítica
Estamos estragados de ver o escuchar tanto en radio como en televisión a presentadores varones. Carlos Herrera, Carlos Alsina, Pedro Piqueras, Vicente Vallés… Grandes periodistas, sí. Pero hay pocas mujeres de su edad que conserven su puesto en los medios. Suelen ser chicas jóvenes, agradables a la vista, etc. No acostumbramos ver mujeres feas, poco agraciadas, de cuerpos que no entran en los cánones, con arrugas o con canas, ejerciendo dicha profesión.
Un hecho que es lamentable, pero que pasa a día de hoy con más frecuencia de la que podríamos pensar. Si buscamos en internet periodistas que han sido criticadas por su vestimenta podemos encontrar infinidad de artículos. Es el caso de ‘El Mundo Deportivo’. Este diario trata el caso de Romina Malaspina, de Canal 26 de Argentina. Dicha periodista apareció con un top dorado semitransparente y espalda descubierta, junto a unos leggins muy ajustados. Otra periodista criticada ha sido Melissa Alvarado, que estaba sentada portando un vestido mientras cubría un acto deportivo.
Alvarado, en una entrevista, comentó que los autores de dichas críticas se han quedado atrapados en otro tiempo. Los llega a definir incluso como “picapiedras”. No entiende cómo en la sociedad aún hay quien piensa que la mujer está en los medios de comunicación por su apariencia y no por su conocimiento.
En el caso de medios de comunicación españoles, las mujeres que presentam los deportes y el tiempo, aparecen, por norma general, vestidas con trajes ceñidos, tacones altos, faldas entalladas, etc. Lo que da a entender que son obligadas a vestirse con un determinado tipo de ropa y a llevar prendas incómodas de constante (es normal que alguna que otra vez una mujer vista en tacones de aguja y vestidos entallados, pero no es la vetsimenta más cómoda para ir a trabajar). Yendo impecables pero condicionadas a cumplir con cánones estéticos que pueden no casar con su personalidad y que no es necesaria para el buen desarrollo de su labor. Pues al fin de cuentas lo importante es la información. Aunque, hay quien se presta al juego, lo que hace daño al resto de las profesionales que quieren ejercer su trabajo en igualdad de condiciones.
¿Falta de referentes?
Es muy difícil librarse de actitudes o comentarios peyorativos. Una discriminación muy extendida que impide su promoción. Como se ha comentado anteriormente, son muchas las mujeres graduadas en las facultades de periodismo. Pero las referentes femeninas en dicha profesión son bastante escasas. Carmen del Riego menciona algunas profesionales como Pilar Narvión, en la época del tardofranquismo en España. Época donde el ejercicio del periodismo estaba reservado casi en exclusiva a los hombres. Otra referente que ella destaca es Josefina Carabias, cuyos textos progresistas le costaron el exilio en la época de la dictadura.
En la actualidad son muchas las mujeres que nos vienen a la mente. Es el caso de Sonsoles Ónega, María Teresa Campos, Ana Rosa Quintana, Angels Barceló, Julia Otero, etc. Mujeres que han podido ser el referente de muchas jóvenes con ansias de comerse el mundo. Todavía nos cuesta pensar en determinadas profesionales cuando hablamos de temas específicos, como son economía, ciencia e incluso columnistas.
Una profesión que históricamente ha estado relacionada a los hombres. La presencia de mujeres como corresponsales de guerra es un fenómeno reciente, que con el paso del tiempo han ido aumentando su presencia, hasta tal punto que los recientes acontecimientos bélicos están siendo cubiertos por mujeres. Así lo asevera Gonzalo Consuelo.
Este autor no se muestra de acuerdo con la falta de referentes femeninas en la profesión y menos de corresponsales de guerra. Pone el ejemplo de V. Cowles, Margarita T. de Herrero, o M. Gellhorn. Actualmente podríamos nombrar a Carolina Ariza, como corresponsal del conflicto Rusia-Ucrania.
Desde la guerra de Vietnam las mujeres fueron incrementando su presencia en conflictos de esta índole, a pesar de los recelos que provocaban entre sus compañeros varones. Todavía hoy, cuando los nervios están a flor de piel y los misiles resuenan en cada esquina, los hombres consideran a sus compañeras como seres más débiles e inofensivos.
Lo cierto es, que podemos encontrar numerosos casos de mujeres que han ido allanando el camino a las futuras generaciones. Nativel Preciado, cronista parlamentaria durante la transición española, es un claro ejemplo de ello.
Son muchos los comentarios sexistas que aparecen en los medios cuando es una mujer la que cubre acontecimientos deportivos. Hasta en Canal Sur hay un libro que trata la presenncia de la mujer en los programas de dicha cadena. El autor, A.J. Alonso, muetsra con datos abrumadores como determinadas secciones cuenta con más presencia de varones.
Las zapatillas, raquetas, balones, remos o bicicletas, son, hoy día, conducidas tanto por hombres y mujeres. Cada vez hay más forofas de los deportes y hobbies que antes estaban reservados a los hombres, pues la mujer era quien cuidaba la casa, preparaba la comida y atendía a los niños. Es por ello que parece incoherente que aún existan comentarios o actitudes de menosprecio hacia la presencia de la mujer en la prensa deportiva. Que haya tan pocas mujeres que se dediquen al periodismo deportivo también muestra una clara incoherencia con la sociedad en la que vivimos. ¿O es que acaso las mujeres no hacen deporte?
No todo es color de rosa para las mujeres, mucho menos para aquellas que quieren prosperar en su vida laboral sin verse envueltas por críticas, comentarios y trabas que las dejan contra la pared. Dar un paso en falso puede ser letal para su carrera. No poder alcanzar el sueño que veían tan próximo, tan cerca y a la vez tan lejos.
La falta de independencia en la profesión es uno de los puntos de inflexión. Si el dinero fuese suficiente para tener redacciones ajetreadas, con ese sonido de teclado, ese eco perenne tan característico de este oficio; periodistas saliendo a la calle a entrevistar o esas cabinas radiofónicas con esa luz roja “on air”. Quizá las mujeres, las estudiantes y esas niñas pequeñas que ven el telediario en familia y que sueñan ser quien anuncie, un día, la noticia de última hora que pueda cambiar el mundo. Y en ese quizá, éstas tendrían menos trabas para escalar, ser contratadas y poder ejercer con dificultades, claro, pero teniendo la posibilidad de llegar a un puesto de dirección sin que la decisión de su cargo esté limitado, entre otras cosas, por ser madre. Salir en los medios sin que la vestimenta sea el asunto a tratar en las casas de los espectadores. El día que eso pase, habremos evolucionado como especie y por supuesto, como personas.